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Tradición, esfuerzo y sabor que transciende generaciones

Nuestra historia

Rey Dulce nació en 1988 en un pequeño rincón de León, fruto del amor y la dedicación de Venancio y Pilar. Lo que comenzó como un humilde kiosco de barrio pronto se convirtió en un referente gracias a los dulces tradicionales que Pilar preparaba con las recetas heredadas de su madre. Entre risas, anécdotas familiares y aromas de bizcochos recién horneados, la abuela Pilar amasaba no solo los ingredientes, sino también la esencia de lo que sería Rey Dulce: un negocio familiar con el corazón puesto en cada creación.

Durante los primeros años, la pareja trabajó incansablemente para mantener viva la esencia del negocio. Venancio madrugaba cada día para buscar los mejores ingredientes locales en los mercados de la zona, mientras Pilar se encargaba de hornear con un cariño que los clientes podían saborear. La gente del barrio no tardó en enamorarse de sus dulces típicos, como las magdalenas esponjosas, las rosquillas y las empanadas caseras, que rápidamente se convirtieron en los favoritos de todos.

En 2010, en plena crisis económica, José Miguel, el hijo mayor de Venancio y Pilar, decidió tomar las riendas del negocio familiar. Era un momento difícil, pero José Miguel tenía un sueño: llevar los sabores de Rey Dulce a más rincones de León. Con determinación y una visión clara, apostó por modernizar algunos procesos, ampliar la variedad de productos y abrir nuevos establecimientos sin perder la esencia artesanal y la calidad que siempre habían caracterizado a la marca.

Gracias al esfuerzo conjunto de la familia y a la fidelidad de sus clientes, Rey Dulce comenzó a crecer. La pequeña pastelería de barrio se transformó en una cadena con 18 establecimientos, ofreciendo empleo a más de 60 personas que comparten la misma pasión por lo artesanal y lo auténtico.

A lo largo de los años, Rey Dulce ha mantenido intacto su compromiso con la calidad, no solo en los productos que ofrece, sino también en el trato con sus trabajadores, clientes y proveedores. Cada pastel, cada barra de pan y cada empanada llevan consigo una parte de esa historia de esfuerzo y dedicación que comenzó hace más de tres décadas.

Hoy, Rey Dulce sigue siendo mucho más que una cadena de pastelerías. Es un legado familiar que celebra la tradición, la comunidad y el amor por lo bien hecho, ofreciendo a sus clientes sabores únicos a precios accesibles, pero sobre todo, compartiendo con cada bocado una historia de trabajo, pasión y sueños cumplidos.

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